
Pero más allá del aprendizaje técnico, táctico, físico o mental que nosotros como entrenadores podamos transmitir a nuestros jóvenes jugadores, más allá del savoir faire propio y detallado del juego, tenemos que encontrar la instrucción educacional: el "entrenar educando".
Porque detrás de cada jugador hay una persona y no podemos pasarlo por alto. Por ello mientras entrenamos en baloncesto de iniciación debemos desarrollar todas las habilidades de los jugadores, disciplinar su voluntad, moralizar su conducta, sugerirles ideales e ilusionarles por alcanzar la mejor disposición física y mental.
Entrenar constituye un auténtico ejemplo de psicología aplicada basada en la experiencia.
El entrenador debe ejercer educando y contribuyendo al desarrollo social del jugador. Estamos colaborando en la formación de su carácter con el deseo de mejorar y alcanzar un mejor rendimiento.
Un baloncesto bien dirigido contribuye a un desarrollo educacional y social del jugador, de la persona que posteriormente se enfrenta al mundo real. Los entrenadores tenemos nuestro "laboratorio práctico" en la cancha y un correcto método docente puede ayudar a forjar el carácter de los jugadores.
Pienso que entrenar educando es el trabajo más difícil e importante que se le puede pedir a un entrenador, pero también el más agradecido, orgulloso y admirable.
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