"Este árbitro ha perdido el control del partido..." ¿Quién no lo ha escuchado alguna vez?
Opinar sobre arbitraje es un tema delicado, muy delicado diría, porque hay que conocer y tener mucho oficio reglamentario para hacerlo. Y si sólo fuera eso aún, pero además debemos tener un "saber estar" y un "dominio emocional" que permita ser objetivo y ecuánime.
Recuerdo una conversación con un técnico FEB, ya hace unos años, en la que me decía que un árbitro que quiere dominar el partido debe empezar el partido marcando claramente las pautas a seguir. Me explico: tres primeras acciones de partido, tres primeras sanciones. "Pam, pam y pam", me decía, "y no dejas ni cuerpo ni manos ni abusos, marcas la línea a seguir y los jugadores rápidamente entienden cuál es y qué pueden o no pueden hacer".
Lamentablemente vemos que algunos partidos, ya sea por inexperiencia del árbitro o por no llevar un estado mental y de concentración óptimo, o incluso por excesivo "pasotismo" (árbitro que considera que no debería estar pitando ese partido...) no se marca la línea a seguir desde el inicio del juego y el nivel de contundencia de las acciones va creciendo, no aritmética sinó geométricamente. Los jugadores se van calentando, la grada se va calentando, las pulsaciones aumentan. Y entonces el árbitro se encuentra que tiene un "problema". La patata está muy caliente y de él depende reencaminar la intensidad del fuego para que no llegue a quemarse. Y no és tarea fácil, ni es tarea emocionalmente realizable porque el árbitro también se puede ver inmerso en la subida de adrenalina y de pulsaciones que proceden de jugadores, técnicos y espectadores. La fogosidad del momento puede desestabilizar el arbitraje y es un momento clave para controlar la mente, aclarar ideas y retomar el mando. El control de la respiración puede ser clave en ello, igual que controlar la ansiedad y como no, la ira y los pensamientos.
En un caso extremo, con partido roto a nivel de acciones fuera de tono, sin control arbitral alguno, es importante que el juez aproveche cualquier parón del juego para estabilizarse mentalmente y no dejarse llevar por los estímulos externos, aquellos que le pueden hacer desequilibrar el partido hacia un equipo u otro. Pensamientos del tipo: "Esto es terrible" o "Lo hacen a próposito" no pueden aparecer y deben ser sustituidos por: "Soy capaz de superar esto" o "Voy a esforzarme más". Imprescindible el control del pensamiento para reencaminar la situación de pérdida de control.
"El control sobre sí mismo es la facultad de seleccionar los pensamientos para convertir en actos sólo los convenientes"
Por otro lado también los jugadores, auténticos protagonistas del juego, se pueden ver inmersos en una dinámica de pérdida de control, a menudo por dejarse llevar en concentración y atender a estímulos externos como la grada. Una decisión arbitral que se cree injusta puede desestabilizar también, por lo que el jugador debe estar preparado mentalmente para afrontar decisiones "diferentes a su criterio" que no le aparten de su acometido: jugar lo mejor posible. Un jugador con la mente nublada por injusticias no puede mantener unos niveles de atención, concentración y rendimiento óptimos, por lo que es necesario inculcar la no-atención a los factores que no dependen de uno mismo (decisiones arbitrales, comentarios de la grada, trash-talking entre rivales...) porque precisamente no son factores que no pueden controlar, y sí atender en los factores controlables: mejorar una defensa, atender al entrenador, asistir a un compañero, subir la intensidad en cada acción...
No hay comentarios:
Publicar un comentario